Tus palabras cuan gotas de agua vertidas en el río,
se ahogan lentas porque no saben nadar;
Olvidaste hacerlas trascender.
(¿Por qué? ¿para qué?)
Tus frases brillan sin destello
(otra vez).
En esta calle hay vestigios de ti mismo,
están en abandono las risas que toda vez se sentían,
también los cuerpos inertes que jamás dejaron de moverse,
pero las palabras son agua que se secan bajo el sol,
son tan sólo un rastro perdido entre los adoquines de Santiago
y no eres capaz de colorearlas con verdades.
Tu sabes que te estoy esperando para el desayuno,
pero ahora la fruta se está pudriendo,
el pan se puso duro
y el café se enfría sobre el mantel de flores.
Deberás traer fruta, pan y café,
para volver a ser afortunados
(aunque no esté de moda),
y que sea jamás nunca una casualidad
el estar frente a frente,
y el sentir de ambos cuando no dejemos de decir que mi corazón es su casa.
Ven,
que quiero brindar cada una de tus miradas enamoradas,
alzar nuestras copas luego de un beso sincero,
y juntos ver la muerte de las palabras que detienen el viaje infinito.
Ven,
estoy esperando tu regreso y que nunca nos acostumbremos,
pero la angustia del silencio,
la comodidad de la sombra que pisan tus pies,
tu cuerpo inconsecuente
que todo convierte en vino,
me embriaga más de soledad que de tu nombre entre mis labios de algún día lluvioso
Un día ayer no había angustia,
no existían palabras vacías ni copas llenas de tinto,
habían ojos que narraban nuestra novela.
Hoy a gritos digo "ven"
(sí, tú, siempre tú),
pero cierro mis ojos para pestañar
y sigues muy lejos
sólo te veo murmurando cosas que ya no puedo oír.