1.5.12

53. Imagen

...de repente fue cuando el cielo dejó ver todas aquellas nubes que decoloraban el mismo color celeste que minutos antes lo adornaba, fue cuando veía imágenes que transitaban frente a mi en ese preciso segundo del mes de Abril. Imágenes que se volvieron incoloras, inertes y uniformes. Estaban en ese momento en el lugar que deberían haber estado, sólo deambulaban sin mucho que hacer y sin mucho dónde mirar (sin mucho que pensar ni que sentir), así como un cadáver en un cementerio vacío o un caballo galopando libre en el campo. 
     Las nubes se pintaron de agua y ya el paisaje no fue la misma máquina que hace segundos muertos, las hormigas se escondieron caminando en filas y los perros contando las gotas que caían. Yo estaba parado ahí mismo, estaba ahí, sabía que estaba ahí o por lo menos eso es lo que recuerdo porque también caminaba solo sobre un asfalto que adornaba el vacío, caminaba a no-sé-dónde pero recuerdo las sensaciones de cuando todo sucedió, recuerdo de haber acariciado mis esqueléticos dedos con el afán de entibiarlos para coger un cigarrillo de mis paquetes y humear como locomotora en el invierno mientras avanzo por los solitarias y mojados espacios de por acá.


Una lluvia de colores pintaban las luces que sigilosamente comenzaban a salir por la tarde, las gotas seguían cada paso amorfo que empapaban mis zapatos negros mientras que ni yo mismo sabía dónde ir en esos momentos. Sabía que caminar era la solución para evadir aquellos lapsos de silencios que en mi mente resonaban con más frecuencias, cada vez eran más fuertes e hirientes. Sabía que la lluvia de alguna u otra forma limpiaría aquellas lágrimas secas que impregnadas estaban dando forma a mis ojeras. Sabía que en esos momentos las palabras de la lluvia susurraban conceptos que aún no conocía, conceptos que con el tiempo he ido aprendiendo, conceptos que me han hecho sentir mejor. La lluvia coincide siempre con mi ánimo; coincide siempre con mi descolorido aspecto o el carente aroma que desprende mi mirada pese que mi esencia jamás nunca desaparece.
Ya la tarde comenzaba a avanzar mientras que daba cuenta de lo lentos y escasos que fueron mis pasos, disfruté la estabilidad de la imagen, la quietud de la inamovilidad y ahí fue cuando de repente comencé a hablar y el silencio se tornó incómodo y monótono, ya el momento se había alejado y fue cuando el trayecto de la puerta a la salida de mi casa perdióse distancia y relevancia como una minúscula gota pegada al pasto.

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