26.2.12

49. The Last Beat of my Heart

El alcohol no es fuerte cuando se tiene pena. El alcohol quizás sea indispensable para ahogar y aniquilar aquellas lágrimas que salen sin control cuando sientes que algo es inevitable, cuando algo ya no tiene vuelta atrás. Nadie niega lo patético que es, nadie puede verse tan glamuroso de esa forma aunque los adolescentes crean que así sea y difamen lo que no han vivido.
Creo que el pasado fue grandioso y bebo en el presente por el miedo al futuro, soy cobarde porque fui un niño que está soltando aquella mano que lo cuidaba y protegía, aquél calor que lo hacia sentir seguro y a salvo.                   
 .....Ahora estoy solo. 
Me veo bien, me visto bien, soy guapo y me arreglo demasiado para ir a comprar el pan. Nadie me ha visto desarreglado ni despreocupado jamás de mi apariencia. Sé que puedo conseguir a la persona que quiera y cuando quiera y siempre ha sido así. Nunca me han faltado las invitaciones a salir, pero yo siempre he dicho no porque siempre he sido fiel, no a las personas, sino que a mí mismo, a lo que yo he sentido, pensado y dicho; Fiel a mis convicciones políticas, sociales y personales. Jamás he decaído.


Ya ni sé lo que escribir, sólo escucho "The End of the World" de Skeeter Davis y me siento como Daisy Randone ("Girl, Interrupted") colgado en la tina de su baño, sangrando la desesperanza y colgado en la felicidad, ahogado de tranquilidad.  
Mi vaso de vodka se ha multiplicado por diez y ya no me quedan más palabras que escribir. Lo único que sé es que me voy de viaje, me voy al único lugar que logra hacerme feliz teniendo sólo cigarrillos y vino, desearía irme de viaje a cualquier lugar desconocido en donde sé que  sería feliz en compañía, pero las condiciones climáticas no lo permitirán por un buen tiempo.


Gracias a todos lo que leyeron este blog, aunque sea de pasada, sólo gracias por leer palabras delirantes pero jamás estuvieron vacías.

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