10.5.13

62. Un día ayer



Fue un día ayer que presente hoy se mantiene entre mis ojos, la esencia entre mis dedos es mañana lo que conservé desde ayer masticando entre mis dientes las partículas de tu cuerpo, que aún están entre mis poros. Tu perfume, tu sudor, tus caricias y tus sonrisas, eso recuerdo y eso siento, eso conservo y sonrío al respecto.
Son dos meses de cerros que tenemos que subir y bajar con bastante peso sobre nuestras mochilas, de repente nos cansamos, pero siempre estamos en la hora de volver a nuestra hostal, siempre queremos volver a vernos viéndonos en cada instante que pasa en el reloj. Te llevo en mi piel, dice la canción, mi corazón haz sabido cuidar, digo yo. Aquellas partes ya rotas que antes estaban desquebrajadas en invierno y primavera has sabido pegar, hoy por hoy creo que llevas un buen trabajo, casi una obra de arte, pero falta; no te preocupes que estoy ayudándote. Juntos pegando aquellas partes de corazón roto con algún pegamento inquebrantable que fabricamos nosotros mismos, juntos escribiendo aquellas frases de amor que despiertan a esas libélulas danzando en el estómago, que a su vez, cristalizan los ojos que reflejan nuestro cuerpo mutuo. 


Fue un día ayer caminando entre árboles  pisando adoquines sin caernos, fue un día ayer que el cielo celeste contrastaba con las hojas amarillas, casi anaranjadas, con nuestros zapatos bien lustrados, pisándolas sin piedad mientras que los grises edificios nos miran con recelo cuando sentados en la banca verde nos encontramos fumando un cigarrillo, yo, mientras me miras esquivando el humo que se dispersa entre más humo de la ciudad de Santiago. Son dos meses de caminatas y lágrimas, de sonrisas y orgasmos en los que tengo la tetera puesta para que tomemos desayuno para que conversemos sobre eso, y lo otro, o eso mismo que pensamos sobre lo otro. Quizás una monarquía, quizás un príncipe o el rey con sus esclavos; somos tan académicos como amantes dentro de la cama infinita como diccionario, somos tan grandes como pequeños entre verborreas infantiles o diálogos profesionales que concluimos con aquél beso fugaz que conlleva a mirarnos por tanto tiempo como pasto en los bosques que conozco. 

Lejos ya están nuestros paisajes pasados, lejos ya están aquellas sensaciones que los esquemas juveniles condicionaban nuestra existencia, pero presente está el presente que vivimos en cada momento, estamos tan cerca de nosotros mismos que nuestra presencia pone la mesa del desayuno con un café bien cargado y un pan con huevo revuelto mientras pasa el tren a lo lejos; te prometo que después te llevaré a verlo, sólo termina tu café.
Fue un día ayer, mi amor, un día ayer que dejé esas heridas atrás para poder caminar junto a ti, fue un día ayer cuando comencé a sonreír como jamás creí que volvería a hacerlo. Escribimos nuestros ojos a favor de lo que hemos llevado sintiendo entre tic-tacs del reloj que no ha parado de sonar desde que te vi. Gracias por el día de ayer, gracias por el día de hoy, sigamos entre adoquines, sin caernos, hasta mañana. Estamos en la hora de llegar a nuestra hostal. 
 

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