De mis vivencias las penas que oculto bajo una
sonrisa, un cigarrillo en la mañana y no pararé jamás. Acostumbro tanto a fumar como a sonreír para
esconderme a mí mismo, ese David que habita tras una mesa en donde la luz no le
llega, ese David que sólo éstas palabras escribe, ese David que llora en
silencio por cada día de vida esperando el climax de su existencia.
Nada,
no reprocho nada, he aprendido de ideales y sonetos, he aprendido de fábulas y
cuentos, he observado las estrellas con recelo y envidia por su brillo eterno.
No reprocho el silencio de una mirada ciega ni el aullido elegante de historias
oprimidas (¿o suprimidas?), no reprocho nada, sólo lo que no tengo y no
conozco, sólo lo que no beso ni miro, lo que no lamo y conozco, lo que no he
leído ni visto. No reprocho más que lo que no he tenido. Por eso leo y observo,
para sentir que alguna vez he sido algo más que nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario