20.9.13

64. Ropero.

                                      (...) Sobre el pasto sus ojos miraban al cielo, pero su boca me hablaba sin distancia y su mente se alejaba a aquellos años en los que las arrugas sólo eran algo distante. 
Sus canas brillan al sol y sus párpados se achicaban al momento que sonreía. He escuchado historias sin fin pero creo en setenta y cinco años la eternidad ya existe. Él trabajó en FFCC del E. Él viajó en ferrocarril
como polisonte desde la infancia; él no tuvo infancia. 
Sus ojos risueños como sus arrugas también poseen la tristeza de la experiencia. Pienso que los años nos vuelven cada vez más tristes y expertos en la vida, pero cada vez nos volvemos infantes al momento que el cabello se colorea a blanco. No me detengo a parpadear pero pienso que necesito una grabadora para inmortalizar las voz de sus palabras, no quiero olvidarlas jamás aunque sé que jamás lo haré.


                                       Él es un hombre acorde a sus años, su pensamiento es bastante culto para tener una educación entre árboles (la cuál entre vinos y aire puro me ha infectado para bien), no juzgo sus actuares sino que pretendo e intento comprenderlos, es difícil ya que soy de valores impuestos, pero lo hago porque él mismo me enseñó unos cuantos de esos.
Su presente fue mejor en el pasado cuando sus arrugas no habían atacado sus párpados cansados, sé que él trabaja desde los seis años y sé también que él hasta su último día mirará sorprendido aquellos árboles que lo han acompañado desde infante, solitario.

 Orgulloso estoy de mi abuelo que cada día me enseña cómo vivir, orgulloso de cada palabra que orienta mi futuro a una mejor madurez, quizás enmendando sus errores, aunque creo que es más bien con el pensamiento que aprendió entre los bosques, entre los ferrocarriles y su arquitectura, entre agriculturas y paisajes. Aquél pensamiento ha construido gran parte de lo que ahora soy, gracias a ese pequeño hombre soy más grande, a él le debo la responsabilidad y la poesía, a él le debo la experiencia de las nubes y la rosa de los vientos, a él le debo los kilómetros que recorro y los latidos de mi corazón cuando viajo en ferrocarril. A él le debo mi vida que gracias a él los mapas son mis recuerdos.

Aún en el pasto hablándome sobre su vida sin perder voz ni letras. Yo veo sus ojos brillantes y pienso que él siente los míos, pienso que soy el único que alguna vez ha oído (todas) sus historias de su presente en el pasado. Sin vino, sólo cigarrillos, sólo yo preguntando y él respondiendo alegre como describiéndose desde el pasado hacia el futuro, jamás perdiendo aquella chispa que a sus ojos alumbra, sólo él al desnudo mientras su nieto es el fiel testigo de su vida.
¿No te das cuenta?, tu alma es demasiado joven para tu cuerpo que día a día se pone lento, tus ojos siguen brillando como en aquellos dorados años cuarenta, pero de repente no sabes hacia donde tu mirada observa.  Aún se reflejan aquellos campos inhóspitos que tus pies descalzos recorrían de niño cuando viajabas de un lugar a otro sin saber dónde ibas; tu mirada arrugada y altanera, culta y sensible.


                                         Desearía escribir su historia pero soy egoísta, sólo yo quiero conocerla porque siento que nadie se ha sentado como yo a fumar y escuchar la voz sincera del brillo de sus ojos mientras sus labios sonríen cuando de repente cae una vergonzosa lágrima.
¿No te das cuenta?, con tu experiencia los vacíos ya están llenos y el cemento no se quiebra. Los puentes siguen de pie. Los trenes ya no son los mismos que tú mirabas desde abajo hace años, pero  recorren las mismas vías en las que tú arreglaste lejos de tu familia, con frío y hambre, sed y calor, solo con tus ideas de un mundo mejor, solo con ese corazón pobre que bajo el sol trabajaba para que el pan jamás faltase.
  
Mi abuelo, mi amado hombre, mi ejemplo, el que me enseñó el amor por el vino y de su sangre el de los ferrocarriles. ¿Cuántos trenes él vio con admiración desde los andenes o suelos mientras él vivía?. Aquellos trenes que tanto amo y estudio son los mismos que hasta día de hoy ve desde la puerta de su casa en silencio, junto a sus recuerdos, su vida entera. No dejes que el brillo de tus ojos apague la luz de tu alma, no te opaques ni apoques a una caja de madera, aún tienes muchos pasos para dar.



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