4.4.15

81. Como quisiera decirte.



          Un día como hoy (que no coincide con aquel día), hace mucho tiempo eso sí, tanto que la verdad no me acuerdo de la fecha exacta, sentí por primera vez lo que siento hoy. La ilusión de un presente que atañe con cobardía un futuro que suena en lo más profundo de los silencios, de los pensamientos, y de este brillo en mis ojos que, desde el primer día, ha sido el mismo y lo será hasta masticar la última partícula de un nosotros que se refugia nuestros labios de besos infinitos.
Reiterativas son aquellas palabras que usamos siempre para describirnos, igual que las frases que, insistentemente, podemos leer en nuestra novela. Quizás un cliché que define la gallardía de lo nuestro y el afán de los futuros que vemos en el presente, el abandono del pasado y el querer crecer para, toda vez, avanzar.

          Las horas pasan y comenzamos a detenernos en segundos que trascienden para herir nuestros ojos y alejar los pasos que alguna vez unieron esos adoquines que por las tardes de otoño, al unísono, marcaban nuestras huellas entre sonrisas. Nos hemos distanciado tanto, que los mapas no siguen la línea de la lejanía entre los dos. Me aferro a metas que veo entre ojos lacrimosos, susurro a mis sueños "nunca he dejado de amarte, nunca haz dejado de amarme" pero las palabras sangran en la noche, adoloridas e innatas, casi por inercia gritan y las acciones las callan.  
Son tres meses ya desde que no nos tenemos, desde que decidimos que queremos tenernos pero entre más decimos (reitero) las palabras se desangran y mueren allí mismo. No quiero más frases que sigan aumentando el número de semanas sin ti, siento que comienzo a apartarme, pero viajamos en el mismo tren pero distintos coches; yo miro por la ventana y tú también, pero no hemos notado que, a pesar de todo, compramos un boleto para el mismo tren y que nos bajaremos en la misma estación.

          Un día como hoy me siento triste, borracho y solo, pienso en lo mucho que quiero hacer y en los frenos de las palabras que colorean rojo las luces para avanzar. El hielo suaviza la amargura de este trago con sabor a lágrimas destiladas, teñido del brillo de mis ojos que te esperan en silencio y no tanto, que a veces contrastan con la ventana del vagón en el que miro dichos paisajes y, dibujándote tal y como un recuerdo que cae como aquella gota de la lluvia que choca en el pavimento y se mutila, como esas marcas áridas y desoladas en la ruta entre mis ojos y hacia los labios que te besan de cuando en vez. 
Recuerda que en tus bolsillos se encuentra aquel boleto que indica tu destino, no olvides que estaré allí fumando un cigarrillo en el andén de la estación, quizás no te des cuenta por la neblina paulatina que cambia de momento en situación, pero mi abrigo negro tiene huellas de tus abrazos que indican aquel perfume que ha acompañado los paisajes de tres meses desde aquel día nefasto, pero que en el andén se hacen segundos desde el momento en que no puedo olvidarte y te veo, que debo tenerte y que debo dejar de alzar apresuradamente el pañuelo blanco para despedirte, pero que sin embargo el tren comienza a partir lento sin dejar aún la estación. No me dejes, por favor, sube. Un día como hoy tienes el mismo boleto que yo, vamos por la mismo ruta, es innecesario suspirar más horas sin un nosotros





No hay comentarios:

Publicar un comentario