12.8.11

38. Desahogo

El frío golpea mi cuerpo estremeciéndose al compás del helado viento que ha danzado en estos días. Me puse de pie ante el último centímetro del primer escalón y con las mangas de mi chomba gris acaricié mis manos para darles calor, una y otra vez hasta que mis pálidos dedos recuperaran la movilidad, una y otra vez sin parar suprimiendo el frío de mis dedos, otra vez para así prender un cigarrillo y seguir quieto, continuar sentado, apoyado en el húmedo respaldo de esta silla en ésta grandiosa casa del árbol.

La tarde gris está llegando a su fin, un final que no anhelo, un final que no me agrada, un final que da un color monótono a las luces mientras que el cielo se tiñe de negro. Aún no, aún no ha llegado el momento, aún puedo mirar al río y describir la profunda neblina que viste los cerros de blanco, y, perdiéndose por fin con el imponente y legendario río. Esta vez, sólo por ésta vez y por sólo un segundo fui el único espectador de cómo la tarde despedía sus horas sensibles con una fabulosa luz anaranjada que pintó las aguas y los cerros. Sólo por un segundo, un segundo lleno de júbilo y emoción, un segundo eterno que no quise que terminase jamás, pero, la misma lluvia del Sur volvió a teñir los cerros verdes de blanco. Los pinos se perdieron, los caminos se perdieron, el ruido desapareció, sólo el sonido de la lluvia sobre el tejado, sobre las piedras y sobre el nylon que protege y cubre a ésta casita del árbol. Ese fue el instante donde desde el otro pueblo, cruzando el río, las luces se encendieron (y el cielo poco a poco se oscurecía).


    La noche acaudalada y elegante se acerca con paso firme, casi marchando, ésta noche también seré el espectador de la ópera que se repite en estos días, ésta ventolera y éste temporal que han acompañado mis sueños tan firmemente como las ventanas resistiendo ante la fuerza del viento (se mantienen tan firmes ante los golpes de la lluvia y los remezones del aire. Yo sólo escucho y admiro, amo, danzo y sueño sin dormir, jamás esperando la agonía de la incertidumbre del final de la ópera. No quiero que se acabe, no quiero que me deje solo, no quiero que mi cama sea aún más grande para mi cuerpo . Necesito la compañía de esta compañera estacional . No quiero sentirme (más) solo ante el silencio de la silueta de la noche.


Un sollozo oculto y reprimido, un grito entre palabras y una caña de vino en cada momento. Un abrazo a la distancia se hace imposible y el recuerdo del calor ya parece inoportuno e inoperante. ¿Qué quiero?, quizás alguna oración que me haga sonreír, o alguna frase típica para sonrojarme, sólo eso. La frialdad del viento es partícipe entre cada letra. Otra vez volvió  a llover y ésta vez más fuerte. Los tejados rechinan y con alharaca sufren con los golpes de las gotas que caen con fuerza desde no-sé-dónde. Desearía salir a caminar, conversar con algún perro que se encuentre igual que yo (solo y abandonado), que me acompañe y me mire, que me deje acariciarlo y me bese la mejilla. Anhelo caminar y mojarme completamente, luego llegar a casa completamente empapado y prender un cigarrillo, casi como un orgasmo en el silencio, pero quizás nadie entienda cuánto amo la lluvia. Ésta lluvia.


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