9.3.12

51. Carta a NADIE.

                                                                                                                                        10.03.12



Nunca he sabido cómo empezar una carta independiente a quién vaya dirigida ésta. Sean cartas académicas, románticas, familiares o hacia amigos. La verdad es que me cuesta extenderme tanto porque suelo ahogarme entre clichés baratos y vulgares.
He estado fuera del estress durante casi una semana en la que he vuelto a oler aquellos aromas verdes que me embriagan tanto como el vino mismo. He vuelto a observar aquellos trenes que sacan sonrisas e iluminan mis ojos mientras pasan por fuera de mi casa junto a la Estación en donde siempre en la noche veo la gente bajar o subir, gente triste, gente feliz, gente sola o gente acompañada, siempre ha sido así y siempre me he alegrado por las sensaciones que transmite cada personaje desconocido desolado y sentado dentro de un fierro antiguo que camina raudo por las vías metálicas. Volví a bañarme en las aguas del Bio-Bio que hace casi un mes atrás dejé botadas para conocer aguas extranjeras, la verdad es que extrañaba todo esto sin necesitar nada de aquello; Nada se compara a esto, ni siquiera el caribe, ni siquiera Cancún (en donde estuve).
La verdad, estos días me han servido muchísimo para claramente ver imágenes que creí jamás vería entre las lágrimas que me empañaban, incluso he pensado acerca de la utilidad de éstas en mi vida y en cómo no me sirven para nada, absolutamente nada (ya que no favorecen a nadie ni lograré nada), en cómo me ahogaba dentro de un sentir que en el presente no tiene sentido alguno de ser, que no vale la pena ni siquiera para redactar algo referente a ello (aunque sé que terminaré haciéndolo en algún punto de ésta carta dirigida a NADIE).

Nadie dimensiona mis alegrías cuando el tren se siente pesado y rápidamente atraviesa mi ventana sin sutileza alguna, moviendo cada partícula en ésta casa de madera que se encuentra inerte  en el tiempo y en el silencio. Esto me hace danzar e incluir un cigarrillo para continuar el ritual y disfrutar a concho cualquier emoción que en el momento pase por mi "corazón". Olor a árboles, vista al río, tren pasando sin sutileza, cigarrillo entre los dedos, cámara fotográfica en el hombro izquierdo y el querer retratar cada sensación que en cada segundo se hace completamente diferente a la anterior. Creo que me falta demasiado aún para hacer eso, pero creo estar bien encaminado, por último caeré en lo vulgar para fotografiar y luego redactar alguna carta o algún escrito aludiendo a lo que voy sintiendo -con afán de orientar a los lectores que nunca leen esto-.
No me siento más fuerte ni más maduro. No me siento más independiente ni menos enamorado. No me siento más grande ni más flaco. Estoy igual, soy el mismo chico que abandonó la ciudad para secar sus lágrimas y estar tranquilo entre árboles y entre silencios, estar tranquilo en el único lugar que amo dentro de la Patria que adoro. Soy el mismo, pero... ¿Qué ha cambiado en una semana?:

  No, no soy el mismo, pero aún así no me siento ni más maduro ni menos, más fuerte. Creo que como siempre sigo apreciando y atesorando cada momento que pasa por mis ojos con un afán de querer fotografiarlo, quiero darle olor a aquellos recuerdos que se encuentran pudriendo aquella sonrisa o aquellas ganas de "estar mejor", darle un color, también, verdoso y floreado que me recuerde de por qué estoy vivo en éste espacio tan silencioso y monótono. La verdad es que me he sentido bastante mal por no poder desahogarme como corresponde, de la forma clásica: Junto a un amigo y un cigarrillo; La verdad creo que es lo único que necesito, sólo eso. Me he sentido como creí que me sentiría estándolo: Solo. Es una horrible sensación y sólo tengo ganas de correr a la Universidad para así desenvolverme en lo que más me gusta hacer; desaparecer entre textos y palabras, desaparecer entre fechas y "hechos", desaparecer entre ideales y gente. Lo necesito bastante, aunque, no me quejo por estar acá ya que sé que durante el año no podré venir con mayor libertad tal y como hace una semana cogí el Bus a los minutos después de que el taxi me dejó en el Terminal.
Creo que al mirar el cielo pienso en la belleza de éste, me duele el no compartir aquellas imágenes que vagan por mi cerebro después de haber sido vistas a través de mis ojos. Me duele el no poder comentar acerca de lo grande que están los árboles o lo rica que está su fruta. Me duele no poder decir que mi ojo derecho está pésimo e hinchado y recibir algún consejo irrelevante (que obviamente no tomaré en cuenta) para sanarlo. O alguien que me diga "deja de fumar, mírate como estás". Son cosas tan pequellas que me da para pensar que siempre adorné mi vida con detalles; Siempre fue así. Siempre vi más allá de lo que nunca vi, siempre atesoré cada detalle que deslumbraba en la monotonía de un abrazo o un beso (sobretodo las miradas y las sonrisas). Afirmo, la verdad, que ya no me interesa recibir todo de nadie porque puedo guardarme a mí mismo dentro de cada huella que recorro, cada recuerdo que fabrico; Ahí estoy yo y no cabe nadie más porque no quiero que exista alguien más (soy egoísta y ególatra), creo que la soledad es una compañía bellísima que jamás te dejará solo. Esto no va ligdo a ningún tipo de sentimiento negativo, ni siquiera a alguna posible "depresión", al contrario, lo escribo entre sonrisas y me doy cuenta que estoy avanzando para mí mismo. Soltaron mi mano y supe cómo caminar pese a haber caído varias veces en el intento de pararme. Lo sé, es una realidad que me gusta y enorgullece asumir.


Ya falta poco para cumplirse un mes desde aquél fatídico día en el que nos dijimos adios. En el viaje para acá comenté entre palabras: "son tan pocos días para dejar atrás dos años" y es cierto, son muy pocos días, pero, tal cual como receta médica, primero es aquí y luego es darme de alta allá; Anhelo en demasía volver a estudiar. Me entristezco de repente, pero una caminata hacia el sur de la Estación y rodearme de árboles, cigarrillos, flores y trenes me hace sentir nuevamente vivo, no en una cantidad gigante ni exagerada, claro que no, aún tengo aquella herida que cuido para que no se infecte, es difícil pero creo va bien.

Qué días más extraños han sido estos primeros de marzo: El sol ha pegado tan fuerte que ha obligado a que nosotros camináramos al río que tan cerca de casa nos queda pese a que en las mañanas una chomba abriga mi cuerpo y me salva de no tiritar tanto mientras bebo mi café o fumo mi cigarrillo. Otros días el viento norte vuela nuestros quitasoles mientras que nos da frío entrar en la correntosa agua del Bio-Bio, no obstante, el agua pasa a ser parte de nuestro cuerpo y nos sumergimos igual. Hoy amaneció muy nublado y se mantuvo así por el resto del día, amo los días nublados y amo también el olor de estos; el aroma que emiten las plantas cuando el frío se hace partícipe de ellas. Es tan embriagante que deseo no dejar de sentir aquellas sensaciones jamás, sólo quiero hacerlas mías para por siempre porque es lo único que me ha hecho feliz durante la mi vida hasta ahora.



       Tampoco sé cómo finalizar una carta tan autoreferente como ésta, da igual la forma, da igual el método, sólo lo estoy haciendo de forma correcta. Estoy finalizando las cosas bien y me he dado cuenta de la inconsecuencia de las palabras, eso me ha ayudado a concluír una bonita historia con un "final de película". Las personas no son más que finales por ende hay que aprovechar el desarrollo antes del desenlace; Yo lo hice y ya concluí, nada queda más que la libertad de decir que quiero volver a sonreír solo sin ningún tipo de cadena que quiera arreglar un final que ya no puede cambiarse.

      Atentamente,

D.

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