
[Nuestra Revolución] - 2010.04.16
Nuestra revolución no dura tres meses, tampoco comenzó con una idea clara ni
un objetivo presente. Pienso que todo acto crea conciencia, y el estandarte con el que luchamos es un sentimiento a una idea, o una idea de un sentimiento. Es revelarse ante uno mismo con la cabeza bien en alto, con una copa de vino y un cigarrito si es posible. Aunque yo tengo mi propia plantación de vides, con la que genero ese vinito con un sabor que te transporta a un mundo onírico, en donde sólo escuchas una voz compleja; en donde el eco del silencio suele ser el ruido más bello de tu existencia, como el de los pinos en el invierno, o la lluvia golpear sus propio conjunto de gotas en el suelo.
Nuestra revolución comenzó sin una canción, sólo con una mirada y varias frases que fueron tejiendo una bella cosquilla en la guata, la música vino después, cuando ambos tomamos un crochet e íbamos creando bonitas formas en espacios vacios, espacios que sólo tenían heridas, y así creamos un chaleco para cada uno, un chaleco que era indeble, pero siempre que nos veíamos lo haciamos más resistente, no nos daba frío entonces.
Te regalé una palabra que cuando me llegó de vuelta me mantuvo con una sonrisa estúpida, yo no comprendía y no sabía si realmente quería poseerla, nunca estuve seguro de un principio, pero al ver ese chaleco tejido por ambos me convencí de que tenía que ponérmelo para así luchar más seguro, sin armaduras ni armas, sólo con una vaga e insegura idea, siempre la usé como bandera
El sol se hacía más bello, y dormir acompañado aún más placentero, el sonido del mar golpeaba mis ojos, mientras el salado vientecito nos acompañaba en cada uno de los pasos con los que tatuábamos cansadamente a la arena. Cuando llegaba la hora en que el sol necesitaba ir a alumbrar otra parte, nosotros nos mirábamos sobre un colchón, a veces brindando, otras veces intercambiando ideas para nuestra revolución, pero siempre observando cada movimiento en nuestro mirar.
Hubo una vez, en que nuestro mundo desapareció, lo cubrió nuestro mar, se destruyó todo, incluso pensé que no volvería a ver ese místico oleaje en tus ojos y que jamás podría deleitarme con tu inmadura maduréz, ni menos con tu voz, esos días no quería vivir, mi figura cambió mucho, mi mente casi no estaba en la tierra, el frío dentro de calurosos momentos de verano era eterno, mi único compañero fue el alcohol, no quería inhundar nuestro mundo, frecuentemente lo visitaba, pero estaba solo, pero aparte de tejerme un chaleco que me cubría del frío, me regalaste tu escencia, eso me mantenía vivo, porque te sentía cerca, estaba perdiendo la lucha, mi bandera se desgastaba, pero todos los días buscaba en la escacéz crayones, no quería que nuestra bandera se destiñera más. Cada segundo fue un martirio, un cáos en la insertidumbre. El sereno no ayudaba en nada, sólo me empeoraba, él fue un imbécil, siempre me dió noticias trágicas, y yo nunca quise asumirlas, hasta pensé en desgastarme completamente para volar hacia tí, sólo para que me dijeras "sigamos luchando, todo está bien", con esa sonrisa habitual, esa sonrisa que desde el primer momento me enamoró secretamente. Mis generales no me dejaron abordar la misión, me dijeron que era inútil, que esperara a que el minuto me regalara noticias, que el tiempo me dijera si realmente seguir luchando. Fue una fea época, y deseo pedirte perdón por no haber cumplido nuestro compromiso, ¿recuerdas que íbamos a juntarnos para volver a ser uno?, mis caballos de acero no me respondieron y necesitaba calmar a mis generales, el pánico era constante, incluso en mí (los segundos en que dejaba nuestra revolución en segundo plano). A las semanas mis superiores me dieron noticias de tí, y supe que seguías sonriendo, pero con los ojos hinchados de tanto llorar de miedo y preocupación.
El sol comenzó a brillar, pero las nubes se anteponian a un bronceado perfecto en nosotros, pasó casi un mes en el que nuestros caballos permanecieron en el establo descansando, no podiamos hacer nada, pero ambos decidimos planchar nuestra bandera y alzarla, dar nuestro discurso y montar a nuestros caballos para un encuentro patriota. Nos dimos un fuerte abrazo, como esos que a pesar de todo lo que ha pasado en nuestro mundo, podemos levantarlo. Y así lo hicimos, reconstruimos puentes que sirvieron de comunicación constante, ahí nadie más nos pudo separar.
¿Te acuerdas cuando estuvimos a punto de renunciar a la lucha?, yo quería seguir, pero tú estabas inseguro si mover tu caballería a otras tierras, intenté darte todo el apoyo posible, pero creo que fue inútil, me resigné, realmente me resingé a tener que guardar nuestra bandera para dejar nuestra revolución sólo en el recuerdo. Lloré, mi figura volvió a cambiar y me asimilaban a un muerto, cada vez se me veía más putrefacto y carcomido por el olvido, el licor era un personaje clave en mis noches de auto-insomnio, el himno de Ángeles Negros no faltaba entre mis lágrimas, y cada suspiro era dedicado anónimamente a tí, no quería más. Dicté una fecha personal para volver a las atalayas en otra tierra, no te dije nada, sólo quería partir. Pero, recuerdo que sostuviste mi mano, fuertemente, ahí comprendí que nuevamente estaba acompañado, y galopamos juntos dejando todo atrás, con lágrimas en nuestros ojos, pero juntos para afrontar a cualquiera.
Hoy en día, nuestra revolución continúa, te insertaste en un círculo del cual no puedes salir, un círculo que realmente me hace un poco de daño, pero lo comprendo, necesitas comer, necesitas avanzar, y nuestro estandarte sostenerlo, pero dejarlo como segundo plano. Créeme que me hiere un poco, nunca me he acostumbrado a la distancia y por primera vez sentí tu distancia física, porque la lucha en nosotros sigue de pie y firme como siempre, pero no te niego el odio que siento por todo, desearía crear un cuartel para que alberguemos juntos, en el que quizás no siempre pueda sentir tu aliento ni el olor de tu cuerpo, pero por lo menos siempre ser apuñalado por tu mirada, esa mirada que el primer segundo estaba cubierta con anteojos oscuros, pero que no dejé de mirar cuando las gafas desaparecieron.
Nuestra revolución, ¿la comprendes?, ¿la sientes?, hemos luchado mucho, pero no estoy cansado de hacerlo, mi bandera dice tu nombre y mi ideal relata el concepto de amor, a nuestra manera, a nuestro modo juntos.
Me arrepiento tanto de haber tenido ganas de abandonar mi lucha, de abandonar la sombra que el sol me regalaba cada vez que me miraba, pero ya no me veo oscuro, porque nuestros colores pintaron varios murales que relatan nuestra historia.
Recuerda algo, para siempre:
La vida es eterna en cinco minutos.
No dejemos que el tiempo nos olvide, no dejemos que nuestras lágrimas y nuestra lucha sea en vano, nunca, porque toda lucha es parte de momentos, aunque ésta acabe tendremos los mejores recuerdos de cada segundo, nunca perdamos esa escencia.
Nuestra revolución no dura tres meses, pero brindo por la que hemos sostenido y créeme que me ha hecho enormemente feliz, no bajemos nuestras banderas, sigamos con la frente en alto, hay varios segundos que ocupar aún.
No hay comentarios:
Publicar un comentario