Siempre los años, cuando la vida avanza y el silencio se impregna en tus recuerdos, pero da a tu presente un baúl de sonrisas que se reflejan en tu mirada, aquella mirada cansada, a veces lejana de esencia dulce que me desnuda en detalles y me abraza en el olvido de mis horas abandonadas.
Descubrí aquella existencia cuando el sol golpeaba fuertemente las aguas del Bio-Bio y la brisa azotaba con dureza mi ventana fuera del ferrocarril que me llevó a tus pasos.
Los segundos se hacían notar en mi reloj por ese ruido molesto del tiempo pasar casi en vano, pero eso no me detuvo a alcanzar aquellos labios secos que cada vez que los recuerdo mojan mis ojos de instantes en los que he podido sentirlos, besarlos, y soñarlos. Una compañía que aún entre sombras me permite acariciar ese sabor que reprime el color de aquella soledad a la que solía admirar en silencio, pero que ahora es una carente metáfora dentro de mis libros y escritos.
Agradezco tus manos, esas manos marchitas que tienden a relajarme cuando sutilmente rozan mis cabellos o mi delgado rostro, incluso cuando juegas con mi cuerpo, es esa naturaleza onírica que crea materia en espacios vacíos, rastros de felicidad en el lodo o fotografías que escriben nuestra historia.
Te siento en una frase de dos palabras, pero aquella es tan popularmente fea y comercial que no me identifica, hace mucho que no logro definirla y hace mucho que me es irrelevante. Eres más que eso, eres más que un conjunto de letras, eres más que el cielo que tanto amo y que la lluvia que tan feliz me hace. Lo eres todo, más que las nubes.
Eres tú.
Descubrí aquella existencia cuando el sol golpeaba fuertemente las aguas del Bio-Bio y la brisa azotaba con dureza mi ventana fuera del ferrocarril que me llevó a tus pasos.
Los segundos se hacían notar en mi reloj por ese ruido molesto del tiempo pasar casi en vano, pero eso no me detuvo a alcanzar aquellos labios secos que cada vez que los recuerdo mojan mis ojos de instantes en los que he podido sentirlos, besarlos, y soñarlos. Una compañía que aún entre sombras me permite acariciar ese sabor que reprime el color de aquella soledad a la que solía admirar en silencio, pero que ahora es una carente metáfora dentro de mis libros y escritos.
Agradezco tus manos, esas manos marchitas que tienden a relajarme cuando sutilmente rozan mis cabellos o mi delgado rostro, incluso cuando juegas con mi cuerpo, es esa naturaleza onírica que crea materia en espacios vacíos, rastros de felicidad en el lodo o fotografías que escriben nuestra historia.
Te siento en una frase de dos palabras, pero aquella es tan popularmente fea y comercial que no me identifica, hace mucho que no logro definirla y hace mucho que me es irrelevante. Eres más que eso, eres más que un conjunto de letras, eres más que el cielo que tanto amo y que la lluvia que tan feliz me hace. Lo eres todo, más que las nubes.
Eres tú.
Atte, cosa.-
No hay comentarios:
Publicar un comentario